Mi historia

Mis inicios en el Esquí Acuático

Esquiar se volvió una rutina familiar, estar en el mar era nuestra vida. Mis hermanas: María Victoria y María Esperanza, alcanzaron un gran nivel esquiando. Con constancia y dedicación revolucionaron la especialidad de figuras, donde se deben ejecutar tantos trucos como sean posibles durante veinte segundos. Fueron también pioneras con la habilidad de cuerda en el pie. Juntas dominaron el podio de los campeonatos mundiales durante los años 70. Mi hermana mayor rompió varios récords mundiales y por primera vez en la historia del esquí acuático una mujer logró más puntos que un hombre.

Yo era la pequeña de la casa. Crecí en una casa flotante que adquirió mi papá en Higuerote, Estado de Miranda; un paraíso con hermosas playas silvestres, habitado por una gran comunidad de europeos.

A los dos años de edad, inspirada por mis hermanas, que “esquiaban como diosas”, me inicié en el esquí acuático. Esquiaba en un mar cálido y tan transparente que recuerdo poder ver caballitos de mar. Una belleza.

Diez años después de mis hermanas, en los 80, alcancé mi sueño de ser campeona. Entonces, fui Campeona Mundial de Figuras y Combinado. Asimismo, obtuve varias veces el Récord Mundial de Figuras. Gané los torneos más importantes del esquí acuático: El US Master, el Australian Master, el Master de España, los Juegos Panamericanos, los Juegos Latinoamericanos, el World Games, entre otros. Además, durante 4 años consecutivos, figuré en el Dream Team Mundial, por lo que pertenezco al Hall de la Fama de Venezuela y al World Water Esqui Hall of Fame.

Sobreviví y fui campeona mundial gracias al mar. He vivido montada sobre él, deleitándome con su imponente y maravillosa belleza.

El trabajo detrás de las medallas

Fuera del mar, era una niña común, no tenía ninguna habilidad extraordinaria y nunca fui la mejor de mi clase.

En los inicios de mi carrera deportiva no era la que más competencias ganaba, sin embargo, tenía una actitud que me hizo llegar a la cima: la constancia, un sueño que cumplir, el apoyo de mis padres y la disciplina que me enseñó mi mamá.

Mi complexión física era ideal para el esquí acuático, mido 162 cm y pesaba 54 Kilos, por lo tanto, tenía un excelente rendimiento en todas las disciplinas del esquí acuático: Slalom, Figuras y Rampa.

Durante mi carrera como deportista de alto impacto sufrí muchas lesiones, nueve me llevaron al quirófano. Tuve largas y muy dolorosas recuperaciones y gracias a que me esforzaba y trabajaba mucho en mi rehabilitación volvía a estar en forma para competir. Mi foco siempre era regresar al agua y volver a “dar pelea”, esa era la mayor de mis motivaciones.

Siempre trabajé mucho para fortalecer mi cuerpo: rodillas, espalda, brazos y hombros. Fui muy afortunada al conocer al Dr. Michael Foulton,  médico de cabecera. Su método y los aparatos que desarrolló fueron clave en mi preparación física. Yo utilizaba las máquinas Nautilus – Medex que fueron la salvación de mi carrera deportiva. Puedo decir que gracias al equipo del Dr. Foulton, sumado a mi constancia y disciplina para fortalecer mi cuerpo logré tener un desempeño deportivo extraordinario y reduje la posibilidad de tener aún más lesiones de las que tuve.

Mi mente siempre estaba alineada con mi cuerpo

Mi preparación psicológica siempre estuvo enfocada en competir contra mí misma. Mi mente siempre estaba alineada con mi cuerpo. Me enfocaba en que cada una de las figuras de mi recorrido fueran hechas a la perfección. De esta forma, después de muchas horas de práctica, la coordinación de todo mi cuerpo era natural y así, cuando debía trabajar bajo mucha presión, solo tenía que enfocarme en lo que ya había practicado. Todo salía con «el mínimo esfuerzo». El pensamiento positivo, el conocimiento de mi cuerpo y el foco de hacer lo que sabía, ocupaban mi mente, no había espacio para ningún otro pensamiento.

Entrenaba 4 horas al día, 5 días a la semana, con mucha disciplina, hasta sentir la seguridad de que dominaba mi recorrido de figuras, mi posición corporal en Slalom y asegurar mi máxima concentración en salto.

Para poder mejorar mis posturas me apoyaba con grabaciones de video que revisaba mientras escuchaba mi canción preferida: I´m coming out de Diana Ross.

La oportunidad que tuve de viajar y competir con esquiadores de mi mismo nivel fue clave para dominar aquellas figuras o posiciones que muchas veces se volvían un «hueco negro» y no me permitían avanzar.

Siempre he creído que las dificultades me crecen, por lo que me enfoco en la solución, de esta manera he salido fortalecida de algunas derrotas.

Durante la temporada de competencias, que empezaba a mediados del mes de marzo con el Mumba Master en Australia y culminaba en septiembre con los campeonatos mundiales o panamericanos, competía básicamente, todos los fines de semana.

Mi vida deportiva estuvo llena de triunfos y grandes lecciones que me llevaron a valorar lo difícil que es estar en la cima. Entonces, aprendí que las caídas son la mejor manera de vivir en la realidad y luchar con humildad.

Campeona y graduada

Mis estudios estuvieron muy ligados a mi carrera deportiva y gracias a la motivación de mi madre, logré compaginar ambas actividades.

Mis hermanas y yo fuimos educadas en colegios católicos y recuerdo a las Madres de mi colegio yendo a Higuerote a pasar el día en la playa con mi familia. Se metían al agua con hábito y todo gozaban con nosotras como otras amigas más.

El último año de bachillerato lo hice a distancia porque mi carrera deportiva estaba en el mejor momento y debía competir durante todo el año. Fue una decisión difícil no graduarme con mis compañeras de toda la vida; sin embargo, nunca me arrepentí: la satisfacción por todas las medallas ganadas durante esos años mereció la pena.

A los 18 años, era toda una graduada del colegio y campeona mundial de esquí. Llegó, entonces, otro reto. ¿Qué estudiar en la universidad? Originalmente, quería estudiar arquitectura, pero el Dr. Cudemus, amigo de mi papá, me hizo reflexionar sobre las exigencias de esa carrera y el conflicto que podría representar con mi carrera deportiva…

En consecuencia, a esta recomendación, decidí estudiar Administración de Empresas en la Universidad Metropolitana, un centro académico cercano a “La Pereza¨, la represa donde entrenaba.

Por la cantidad de eventos en los que participaba y debido a los constantes viajes que debía hacer para competir, solo estudiaba un semestre al año. La universidad y los profesores fueron un gran apoyo durante los siete años que me tomó graduarme. Asistía a todas las clases y las grababa, así aprovechaba el camino a “La Pereza” para escucharlas y estudiar.

Mis años de estudiante no fueron como los de mis compañeros. Sin embargo, los recuerdo especialmente. Aprendí mucho también de aquellos amigos que no eran esquiadores, una gran riqueza para mis relaciones interpersonales.

Ser hija de inmigrantes y las vivencias de guerra que heredé, me convirtieron en una persona que valora y cuida el dinero. De ahí que las materias que más disfrutaba eran Economía y Relaciones Industriales. Mi tesis de grado fue la factibilidad económica, que defendí con honores. Creo que fue una muy buena elección para acompañar mi carrera deportiva y abrirme paso en mi futuro.

Mi carrera como emprendedora

Trabajé desde los 15 años y a los 18 empecé mi primer emprendimiento, conoce más de esta parte tan importante de mi vida.

¡A los 21 años me eche al agua, pero esta vez sin esquíes!

Mauro aficionado a las motos y yo aficionada al esquí, nos conocimos en un homenaje que me hicieron por haber ganado el campeonato Mundial en Gotemburgo. Poco después el empezó a interesarse por esquiar y un ano después estábamos en el altar…

A los 28 años, decido retirarme del deporte de alta competencia para poder empezar mi nueva vida como Mama, un año después nace mi hija mayor “Jessica” y detrás, me llega la sorpresa de que nuevamente estoy esperando un bebe y esta vez mi pequeño “Stefano” de nuevo llena de alegría mi hogar.

El cambio que tuve que hacer en mi vida, no fue nada fácil.

Venir de ser el centro de atención, la campeona y la cachorrita de la casa, a pasar a ser Mamá Una experiencia inimaginable llena de retos y responsabilidades.

Unos chiquitines que dependían 100% de mí, que ahora ellos eran el centro de atención, conectaban entrañablemente conmigo. Darles pecho fue la experiencia de amor más profunda que he sentido en mi vida.

Todos los días doy gracias a Dios, por lo afortunada que he sido al tener unos padres extraordinarios con principios y valores sólidos, que me dejaron un legado de amor incondicional y que, con mucho respeto y admiración, lo traspaso a mis hijos como un gran tesoro.

Homenaje a mis padres

Mi Padre era tipógrafo y mi Madre costurera.
Mi padre, Pedro Carrasco y a quien de cariño llamaban Perico, era un hombre muy apuesto y valiente; a su lado me sentía protegida, algo que nunca olvidaré. Era un hombre muy bondadoso. Mi madre Victoria, con su nombre de reina, ¡era la mejor! Era una mujer muy guapa y muy trabajadora, además de consentidora y amorosa. Recuerdo con ternura el aroma de sus comidas, ¡qué rico cocinaba! Su dedicación era incondicional a sus tres hijas, esto era su mayor motivación y mi mayor herencia.

Mis padres, madrileños, salieron de España en la postguerra (Guerra Civil Española) en busca de un mejor futuro. Recién casados emprendieron su viaje a Canarias, donde, se embarcaron de polizones, en un barco rumbo a Venezuela. Con un dólar en la cartera y una botella de coñac (que tuvieron que tomarse en la Guaira para que no se las quitaran en la aduana) decidieron pasar un rato en el cine antes de seguir a Caracas. Ya en Caracas, encontraron una habitación que ni puerta tenía y ahí fue donde empezó la nueva vida de mis padres en el Continente Americano.

¡Me tocó la lotería! Tuve la suerte de tener unos padres muy trabajadores y un mismo propósito de vida los guio desde que se unieron por amor: tener hijos/as que tuvieran una educación universitaria y que fueran campeonas en la vida.

Dos años después, en Venezuela y con trabajo, mis padres decidieron tener a mi hermana mayor, María Victoria, y dos años más tarde nació mi hermana María Esperanza. Después de ocho años llegué yo, Ana María, la pequeña de la casa.

Mis padres eran muy católicos y devotos de la Virgen María; en homenaje a ella las tres hermanas tenemos el nombre María. Mis hermanas y yo fuimos educadas en el colegio católico de María Inmaculada. Mis hermanas hicieron sus estudios superiores en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, mientras que yo estudié en la Universidad Metropolitana.

Cuando comenzamos a esquiar, mi Padre siempre buscaba la manera de tener una buena lancha para que las niñas, los mejores esquís, los mejores entrenadores. Ellos tuvieron que hacer muchos sacrificios personales y económicos para que sus tres hijas llegaran a ser universitarias y campeonas en el esquí náutico.

Mi Madre, la luz de mi camino, mi guía, mi motivación, siempre estuvo conmigo: sin horario, sin cansancio, sin límite, sin condiciones. Amor puro y del bueno. Ella me manejaba la lancha, me ayudaba en todo lo que yo necesitaba para lograr mis sueños, su constancia y persistencia fueron claves para convertirme en campeona de esquí acuático y ser quien soy.

“Yo soy el fruto del amor, dedicación y perseverancia de mis padres”.